El progreso no sigue una línea recta ni una velocidad constante.
Toma extraños caminos, recovecos, y muchas veces se sale de las líneas trazadas por el camino de la moral. El
progreso, al igual que el conocimiento, se basa en pruebas y errores hasta dar con el trayecto a seguir.
Lamentablemente eso conlleva riesgos y, en muchas ocasiones, víctimas, ya sean
trabajadores de una obra faraónica o pacientes voluntarios para nuevos
tratamientos.
Bertie y su padre se encuentran ávidos de soluciones novedosas,
están abiertos a todo posible tratamiento para
salvar a la madre del joven doctor. Un pequeño rayo de esperanza aflora
cuando el Dr. Edwards habla de la
posibilidad de tratar con radiación los tumores y facilitar la operación,
nada se garantiza pero la familia de Bertie está dispuesta a asumir riesgos ya
que no tienen nada que perder. Como cabe esperar el nuevo jefe del médico en el
Hospital Monte Sinaí no concibe procedimientos innovadores.
Por otro lado el joven está feliz en su nueva relación
con Genevieve, la periodista que en
una preciosa escena conquista a la familia del doctor en una cena gracias a
sus dotes sociales, su sentido del humor, su acreditado currículum y su
sensibilidad para con la enferma madre. Hace falta tener arrestos y don de
gentes para atreverse a intentar ganarse como judía polaca a una familia
tradicional cristiana diciendo que inequívocamente Jesús era judío ya que su madre pensaba que él era un dios y él que
su madre era virgen.
Lucy gestionando la catástrofe del metro |
La ciudad en su desarrollo vuelve a revolverse y un accidente en la
construcción del metro deja multitud de
heridos. Durante un largo rato vemos el equivalente a un episodio de Urgencias pero
con un siglo de antelación. No es una crítica, resulta interesantísimo y un
nuevo escenario en el que el Dr. Thackery puede demostrar su pericia e ingenio
improvisando inventos. El contratiempo obliga a Henry Robertson, quien ahora dirige el hospital y que recordemos
invirtió en el metro a espaldas de su padre, a no cobrar por los servicios prestados disfrazando el asunto de obra
de caridad y diciendo que nadie ganará dinero con esa desgracia. A quien más
afecta esta medida es al pícaro, abusón y en el fondo no mal tipo de Tom Cleary,
quien ha intentado sacar tajada del asunto pagando en el momento al resto de ambulancias por los
pacientes una cuarta parte de lo que pagaría el hospital en semanas. Una gran
inversión que se convierte en una mala apuesta.
La mayor evolución se presenta de nuevo en la enfermera Elkins.
Sigue con sus estudios de medicina, es quien siendo una enfermera en prácticas
dirige la gestión de pacientes y de prioridades en la crisis del metro y, tras
haber probado el otro lado de la moral de la mano de Thackery, esta temporada ya no es la ingenua jovencita sino la
astuta mujer.
Quiero destacar una escena en la
que examina a Lin-Lin, una de las prostitutas de Ping. Le da el consejo médico
de que si siente dolor o escozor en su “herramienta de trabajo” deje de
trabajar. La prostituta le responde que dejará de tener sexo, no de trabajar,
que una vez tiene a un hombre en su mano
él hace lo que ella quiera. La enfermera toma nota. No olvidemos que estos
exámenes a las prostitutas son un arreglo que el contable Barrow hizo con Ping
para saldar su deuda y ahora pretende pagar por liberar a la prostituta de la
que está encandilado.
Robertson y Elkins, la extraña pareja |
Quiero volver de nuevo a Henry Robertson, personaje que está
cobrando mucho más protagonismo en esta temporada por su cargo en el
hospital y como clara personificación de la apuesta por el progreso frente al
inmovilismo de su padre. Su camino se
cruza con el de Lucy Elkins atraído por ella y ésta se deja querer e
invitar a una cara cena. Lo que no
sabemos aún son las verdaderas intenciones de la enfermera, si realmente
siente algo por el adinerado gestor o sólo le sigue el juego motivada por las
palabras de Lin-lin para sus propios fines laborales.
Centrémonos ahora en Thackery. Sigue volcado con su ex para quien no tiene secretos y con quien se
siente en deuda. Vigila de primera mano su evolución tras ser tratada contra la
sífilis llegando al punto de dormir en su casa. El momento confuso y tierno
llega por la mañana cuando al ir a trabajar él la besa en un “error” según dice movido por la costumbre.
Ya hemos comentado la pericia que
demuestra frente a todas las víctimas de las obras del metro, pero su
investigación se centraba en la cura de las adicciones y ésta por fin le había
llevado al cerebro. Me ha fascinado una
escena para estómagos fuertes en la que con un voluntario sin la parte
superior del cráneo demuestra los
efectos de la electricidad en el cerebro repercutiendo en el aparato motriz y
las emociones del paciente. Esta escena me parece un guiño crudo, sangriento y realista de la fantástica e hilarante escena de El jovencito
Frankenstein en la que también pretende demostrar el funcionamiento del
sistema nervioso.
Clase de Anatomía cerebral del dr. Tackery |
Dicho paciente es adicto a la morfina, de modo que le resulta
perfecto para determinar el punto del cerebro que resulta estimulado ante el
consumo de drogas. Tras detectar dicho punto practica una extirpación con las
desastrosas consecuencias de que el paciente queda como Jack Nicholson tras la
lobotomía en Alguien voló sobre el nido
del cuco. Prueba y error.
No puedo terminar sin nombrar a tres personajes que pasan de refilón y que
nos causan muy diferentes sensaciones. Por un lado la hermana Harriet pretende mostrarse atenta y ayudar a las otras
mujeres del refugio en el que está mientras las monjas que lo dirigen la
reprenden y pretenden condenar al ostracismo. Por otro lado el doctor Gallinger toma partido activo en la
eugenesia realizando vasectomías a disminuidos psíquicos ofreciéndonos la
mayor de las repulsas. Sin embargo no se queda corto el marido de Cornelia, quien muestra ante sus amigos sin el
consentimiento de ésta la grabación
cinematográfica casera que le vimos hacer el otro día ante un striptease privado, juguetón y casi
inocente de su mujer. Este es otro tipo
de progreso, en palabras de uno de sus amigos ha llevado la masturbación al siglo XX.
Eduardo Iribarren (@Eduarlittle)
El striptease de la grabación no lo hace Cornelia, lo hace una de las enfermeras, Daisy Ryan.
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