Llegamos a la recta final. Tras un gran primer episodio, esta
segunda temporada no estaba resultando tan buena o al menos tan atractiva como
la primera en general, sin embargo llevamos
dos episodios en los que el nivel va subiendo por momentos. Éste último ha
sido de matrícula de honor. Se nota que las tramas se reconducen y empiezan a
encaminarse hacia algún punto de desenlace. Tan sólo quedan dos episodios para
el final de la temporada, la pantalla nos mantiene atrapados sin apenas
parpadear, al menos ese ha sido mi caso esta semana.
Uno de los personajes que más ha
progresado en este momento ha sido el
odioso señor Barrow. Sus planes
para bien o para mal con sus beneficios e inconvenientes (más de lo primero
para él y de lo segundo para otros) salen
adelante. Su gestión de la que
saca tajada es admirada por la junta del Knick, por fin reúne el dinero para
“adquirir” o liberar a su amada
prostituta, y una serie de casualidades que pasan por la necesidad de
dinero por la aceptación en un club de
caballeros hasta el descubrimiento de su nueva casa por parte de su mujer
hace que se vea forzado a librarse de su
familia y de su hogar, echándoles a la calle para poder ir con la mujer a
la que ama.
Una cosa que nos veíamos venir estalla.
Harriet y Tom siguen manteniendo ya
de una manera casi demasiado prolongada su buena relación y continúan su
proyecto de negocio de condones. Finalmente tras un día de ocio Tom intenta
besarla. Está enamorado de ella pero la
antigua monja lo rechaza. ¿Será por
la incapacidad de soltarse de ella o porque realmente no siente nada por él?
Mientras Henry sigue adulando y
comprando joyas a Lucy, Cornelia le
cuenta sus averiguaciones, que su padre trafica con inmigrantes para
saltarse los controles de sanidad y el pago de millones, y que probablemente
sea el causante de la muerte del agente de sanidad y del brote de peste
bubónica. Su hermano, más inocente no le
cree.
Uno de los breves pasajes que más
me han gustado ha sido cuando a la enfermera Lucy Elkins le llaman de un burdel
para decirle que allí ha sufrido un ataque su padre. El predicador santurrón que la azotó llamándola ramera ha sufrido un
infarto cerebral precisamente recibiendo unos azotes por parte de una
prostituta. El hombre no puede moverse ni comunicarse, tan sólo da muestras
de estar consciente por los movimientos de sus ojos que resultan muy
expresivos. A mi entender el regocijo de la enfermera es máximo ante semejante
situación de superioridad en todos los aspectos hacia su padre.
Otro de los grandes temas ha sido
la situación familiar de Gallinger. Si
bien parece que su mujer comienza a
estar mejor y hasta llega a tener relaciones sexuales con su marido y
espera tener hijos, sale a la luz que
envenenó a su anterior médico cuando fue a cenar a su casa provocándole la
muerte. Ella misma confiesa que no está bien. Su marido Everett decide ingresarla de por vida y espera que
reciba los mejores cuidados. Otra cosa que nos llamaba la atención era que la
hermana de esta enferma mental que había acudido a su hogar para ayudar en sus
cuidados, se parecía físicamente a ella sobremanera, así que no nos coge
desprevenidos que el Dr. Gallinger
decida que no deba irse y reemplace a su hermana en su cama. Obvio, pero
nos gusta ver cómo pasa.
Por otro lado Edwards descubre
que Gallinger ha seguido con su proyecto
eugenésico y ha esterilizado a 52 personas “no aptas” para reproducirse.
Thackery le dice que a pesar de su repulsa no pueden hacer nada, esas personas
no podían decidir, no era algo ilegal y no
se produjo en el Knick
Por último tenemos por obligación
que ir al propio Dr. Thackery. El
ala de adictos con un solo paciente va a cerrar, Thackery se siente mal por él
pero lo mantiene ingresado y, ante la poca eficacia de los tratamientos
hipnóticos decide ayudarle mediante lo que a él le ha ayudado en su
recuperación: la ayuda de su exmujer.
Ésta admite hablar con el paciente
pero no quiere que le vea la cara y cree que puede hacerle no confiar en ella
por su nariz operada y deforme. La solución es tan simple como que él no la
vea, que se siente ella detrás y que él mantenga una conversación con ella y sólo se fije en sus palabras y su voz. La
escena es un guiño más que evidente a la psicología y la psiquiatría modernas.
Tras ir siguiendo un camino por fin Thackery está llegando a donde debe y
comienza a enfocar como debe su estudio y su tratamiento.
Thackery antes de intervenir a su exmujer |
En el otro lado de la moneda no
todo es tan bonito en lo relacionado con él. Abigail, quien pidió un arreglo de
cirugía plástica para su nariz toma unas gotas de láudano antes de la
operación. El láudano combinado con el éter de la anestesia produce un paro
cardiaco y la muerte para lamento de Thackery. ¿Se trata de un terrible error el haber tomado las gotas para calmar
los nervios antes de la operación o Abigail sabía perfectamente lo que hacía y
decide abandonar este mundo mientras aún goza del amor de un John equilibrado?
Eduardo Iribarren (@Eduarlittle)
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