Si algo ha defendido Masters of sex desde un primer momento
es el papel activo de la mujer en el
acto sexual, ya sea en el propio acto o en todo lo que le rodea, desde las
circunstancias que propician su llegada desde el conocimiento de dos personas
hasta el respeto mutuo necesario.
Esta idea básica en el estudio en torno al cual se erige la serie ha servido ya
en numerosas ocasiones como contexto o metáfora
de la “emancipación social” de la mujer o, al menos, de la igualdad a todas
luces que merece y ha ido conquistando en derechos civiles.
En este episodio, ambientado
cincuenta años atrás, contemplamos una injusticia vigente hoy en día como es la
carencia de estos principios de igualdad en la educación y comportamientos de
los más jóvenes. No olvidemos que los años de instituto son lo más parecido a
una jungla por lo que pasa el ser humano. A
lo largo de la temporada nos advierten continuamente que los personajes de los
hijos de los protagonistas son ficticios y ahora esta aclaración cobra todo el
sentido. Sin adelantar nada diré que nos encontramos ante una de las
escenas más desagradables de la serie, impactante y que revuelve innumerables sentimientos interiores. Somos
testigos de un ataque a la dignidad
femenina que tristemente sigue hoy en ocasiones vigente. La hija de Virginia se encuentra en una
situación en la que no sabe cómo actuar, no le resulta fácil pedir ayuda y
sufre lo indecible siendo hija de quien es.
Por otro lado, la trama central nos
coloca en que, tras el completo éxito de crítica y relativo de ventas del libro
del estudio, Virginia y Bill se encuentran en la necesidad de hallar un inversor que sirva de plataforma comercial.
El profesor prefiere que se use como libro
de texto en universidades, pero Virginia está abierta a otras posibilidades. El resultado es la
reaparición de uno de mis personajes favoritos de la serie, no diré quién es, y
una breve intervención en una reunión de un
joven Hugh Hefner.
Debo decir que no estoy contento
del todo con la representación de éste último. Todos conocemos su labor en la
industria pornográfica impresa, pero centrarse sólo en eso es quedarse más que
escaso. Hace no mucho vi un documental en Canal+ en el que feministas de la
época defendían su labor en la lucha por los derechos de la mujer o de gente de
cualquier raza. Personalmente, al igual que me resulta desagradable cuando la
mujer no es igual que el hombre en cualquier aspecto como he dicho antes,
considero que la exhibición de un cuerpo ya sea masculino o femenino dirigido a
mujeres, hombres, heterosexuales u homosexuales es un derecho y un trabajo, y
no una mera “cosificación” de la persona. Me parece que en Masters of sex ya se ha visto que cualquier tipo de sexismo está en los ojos del que juzga y no en lo que
se hace, siempre que se haga de manera libre, una foto erótica no tiene por
qué denostar la dignidad femenina o
masculina. De ahí mi desacuerdo con la banalidad que muestra “Hef”.
Ese es el único punto negativo
que doy al episodio además del hecho de que entre temporadas pasen un montón de
años y los hijos crezcan pero los protagonistas se mantengan igual de jóvenes.
Yo quiero saber cuál es su secreto. No añadiré como punto negativo la extraña
subtrama en la que se mete Lizzy, mujer de Bill, ya que termina afectando más a
éste, y el comportamiento extraño de ella no sé si colocándose fuera o dentro
de roles preestablecidos quizá cobre más sentido más adelante.
De todas formas estoy deseando
ver el próximo capítulo ya que en ciertos aspectos esta temporada supera a las
dos anteriores (a la segunda sin duda alguna).
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