La asociación Virginia Johnson - Bill
Masters corre peligro en todos los aspectos. Profesionalmente ambos pretenden
continuar sus estudios sexuales por diferentes caminos y en lo único que
coinciden es en lo mal que manejan dicha división. Mientras Bill ha aprovechado
la ausencia temporal de su socia (ausencia que también tiene su aquel como ya
vimos en el anterior episodio) para poner en marcha su programa de
adiestramiento de voluntarios y unión artificial de parejas para poder ayudar a
individuos solteros, Virginia estira con argumentos tomados con pinzas sus
estudios sobre las feromonas movida por el corazón, tan sólo para que Dan Logan
continúe en Saint Louis. Personalmente
la distancia entre ellos aumenta resultando insoportable para uno y necesaria
para el otro.
En esta ocasión vemos a un Dr. Maters carente de rumbo que se dirige a
lo que parece ser su destino inexorable dada su personalidad, y ese destino
es la soledad. La atención personal
que recibía de Virginia parece no ser la que era y le lleva a cometer los
peores errores: por un lado pretende enterarse a través de terceras personas de
los asuntos personales de ésta, y finalmente acaba suplicando su atención. El perdedor sale a la luz y nos ofrece una
de las mejores escenas de la temporada cuando regresa a casa borracho y se
pone allí a beber con su esposa. Libby siente en ese momento empatía hacia el
caído al intuir la desesperación de su marido. Le pregunta por qué no hacen
nunca eso, por qué ya no beben juntos, por qué ya no hablan de verdad, por qué
ya no hacen el amor... Brillante.
A propósito de Bill y su estudio no sé qué
será de su voluntaria predilecta, Nora Everatt, pero un servidor espera que
llegue a pasar algo entre ellos.
Libby por su parte, tras
aceptar que ya no es capaz de volver a amar hace de celestina entre Paul, su
vecino, y una antigua amiga de su mujer. Ese hecho provoca una reacción en ella
misma que no era capaz de prever, ya que por fin abre los ojos y comprueba que tal vez sí que quede esperanza para su
capacidad de abrir su corazón y sentir. Libby toma un camino que yo no
esperaba, en el anterior episodio los guionistas le habían trazado un rumbo más
interesante, pero la realmente mala noticia es que dados los hechos el actor
Benjamin Koldyke no desaparece de la serie.
Quien
sin lugar a dudas brilla con luz propia en este episodio es Betty, bueno, tanto ella
como la actriz que la interpreta, Annaleigh
Ashford. La más inteligente, la más madura y la que ejerce de madre de unos y de otros, es la que mejor sabe afrontar
las dificultades y la que da mejores consejos a unos cada vez más desubicados
protagonistas. Su gran temor es que el
distanciamiento entre Virginia y Bill afecte a la clínica y la deje sin
trabajo.
En otro de sus frentes, su pareja y ella tienen que lidiar con
el donante elegido para ser madres y uno de los personajes más carismáticos a
su modo, el Dr. Austin Langham. Aquí
nos encontramos con un perdedor con
traje de ganador. Dotado con un físico más que envidiable y habiendo
conseguido una familia, una formación y un trabajo ideales, hemos sido testigos
a lo largo de la serie de su caída por sus errores, primero en el terreno
marital, luego en el laboral y ahora en el familiar. Langham toca fondo pero le
queda la esperanza de poder traer a un nuevo niño al mundo aunque se vayan a
encargar de la criatura otras personas. No sabemos si llegará a aceptar este
hecho.
A
falta de tres episodios lo que me gusta del punto en el que se encuentra la
serie es el patetismo que encontramos en
cada vez más personajes mientras que me está decepcionando Virginia. Mujer de uno, amante de otro parece dejarse
enamorar por un tercero, quizá lo que pase es que quiera que termine con Bill
por sentirme identificado con él o que tenga meros celos de Logan.
Eduardo Iribarren
@eduarlittle
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